viernes, 7 de agosto de 2009

Camino: “Ayala estaba quemado y el otro casi inconsciente” segunda jornada del juicio en Ctes.


En la segunda jornada del juicio al ex comisario Diego Ulibarrie por crímenes de lesa humanidad, dio su testimonio Juan Carlos Camino, cuya narración resulta de vital importancia, ya que conecta directamente los hechos con el imputado. Camino, quien fue agente de policía federal, fue testigo del ingreso de Vicente “Cacho” Ayala y Julio Cesar Barozzi a su dependencia, así como también del deplorable estado de los detenidos. Como segundo testigo del día, estuvo Angélica Nieves Gaúna de Garay, quien presenció la persecución (en camioneta y a los tiros) de Ayala, así como su posterior detención.

El relato de Camino comienza con un dato a tener en cuenta en el transcurso del proceso judicial: la dependencia en la que el, por entonces, policía de la Federal estaba de guardia, solo fueron dos de las cuatro víctimas del caso: “Cacho” Ayala y Cesar Barozzi. Su ingreso se habría producido a las 16 hs, según el testigo, por lo que desde el mediodía (cuando ocurrió el hecho) hasta esa hora, a éstos dos se los tragó la tierra, mientras los otros dos permanecieron “chupados”.
El motivo del traslado era muy simple, la identificación de las personas, práctica común para la fuerza ya que “contaba con los recursos técnicos, si una persona estaba implicado en política se la llevaba a la Federal para identificarlo”. Aunque el testigo también explica, que el papel de la investigación e identificación con todo lo relacionado a la subversión, era llevado a cabo por el “grupo de élite” de la fuerza: el Servicio de Inteligencia (S.I.).

Así fue como ese día, vio durante su guardia como los agentes del S.I. ayudaban a bajar a dos encapuchados, cuyo lamentable estado impedía que ellos solos puedan hacerlo. “Primero los metieron al calabozo, luego de hacer todo lo que tenían que hacer los dejaron ahí”, continuaba, sin aclarar que significaba “lo que tenían que hacer”.

De una u otra forma, los dos demorados a “identificar”, tenían cierta relación con aquella dependencia a la que fueron a parar: Ayala era conocido de vista por Camino, el segundo fue mandado a investigar al primero para conocer más a fondo su actividad política, aunque “su vida era normal”. Barozzi por su lado, tenía a su tío que desempeñaba en el lugar el cargo de sub oficial (aunque no estuvo de guardia ese día), quien tiempo después reclamaría por su sobrino con habeas corpus de por medio.

Lamentablemente, esas relaciones les sirvieron de poco y nada para impedir los terribles castigos, tatuados en sus cuerpos. “Ayala estaba quemado, no podía hablar, solo balbuceaba. El otro estaba casi inconsciente con golpes en el cuerpo y en la cara”.

A las 21 sus captores los volvieron a retirar para llevarlos a un destino hasta ahora desconocido. En las dos oportunidades, Camino reconoció a Diego Manuel Ulibarrie; “cuando el se bajó le daba la directiva a la ‘patota’, como se le decía en ese tiempo”, contaba el ex federal, buscando demostrar la injerencia del acusado en el caso, a quien también conocía de vista de varias visitas hechas a la jefatura de policía.

Unas semanas después, el caso llamaría la atención mediática provincial. “En la provincia fue un caso sonado, por eso es que cuando empezó a repercutir, mi delegado preguntó lo que había pasado, por lo que dije lo que vi”; unos años mas tarde y con la venida de un nuevo delegado, Camino sufrió cierta “persecución por parte de éste, hasta que se me informó que me exoneraron, sin ninguna razón aparente”.

El otro testimonio fue dado por la abogada Angélica Nieves Gauna de Garay quien, sentada en el banquillo, contó que ese mediodía de febrero vio a “dos personas que venían corriendo por la calle moreno y salta, detrás venían persiguiéndoles una camioneta de la policía”, de la cual salían disparos dirigidos a quemarropa hacia ellos. “A uno le pegaron en la pierna y cayó, el otro (que tenía un portafolio en la mano), siguió corriendo” hasta que una bala también impactó en su pierna. En ambos casos, los metieron a la camioneta agarrándoles de brazos y piernas.

Ese mismo día, la testigo asegura haber visto la misma camioneta de policía entre Buenos Aires y Salta.

Sin embargo, los dichos de esta jornada, se contradicen con una declaración dada el 22 de abril del 76 (cuando la mujer tenía 28 años), la cual fue leída en plena audiencia. Allí afirma que la persecución desde la camioneta de la policía, se dio a una persona (quien se presume era Cacho Ayala) y que el tiro no fue en la pierna sino en la espalda. Así también, en lo dicho hace 33 años atrás, afirma haber presenciado al resto de los detenidos contra la pared, siendo apuntados por hombres en uniforme. Ratificado quedó el hecho de haber visto la misma camioneta ese mismo día. A pesar de esto, es ineludible la presencia de un elemento en común: el accionar de la policía de corrientes.

En suma, el segundo día dejó elementos fuertes que van a permitir hilar los cabos sueltos, para determinar la verdad de los hechos y, más importante aún, dar justicia a todos los detenidos-desaparecidos que dejó el terrible Genocidio de Estado.

Leo Encina y Mariano Mauriño

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