miércoles, 12 de agosto de 2009

“Ni vos ni yo vamos a luchar por el 82 % móvil” tercera jornada de la causa Ayala


Realizada ayer, la tercera audiencia del juicio llevado contra Diego Ulibarrie tuvo el emotivo testimonio de la ex pareja y compañera de Jorge Saravia Acuña. Además, el testigo y abogado Eduardo Augusto Puerta, reveló que supo que a Cacho Ayala lo habían matado, porque el jefe de policía de ese tiempo, Adrian Sosa, estaba labrando un acta.
Pero el primero en testimoniar fue Juan Alarcón de 76 años, custodio del club San Martín al momento del secuestro de los cuatro desaparecidos, el cuál negó ante el tribunal “haber presenciado el operativo policial”. Ante ello, la querella decidió leer una declaración con una firma (reconocida por éste) de Alarcón de marzo de 1976. En ella, cuenta que ese día “escuchó un disparo en la esquina del club sobre Moreno y Salta” junto con su compañero de guardia, Vitoriano Blanco, el cual, según Alarcón, falleció “hace muchos años”, pudiendo dar fe de ello “porque asistí a su velorio”.
Así también, el documento señala que al salir del club, vio personas contra la pared que “estaban siendo inspeccionadas por efectivos de la policía” pero que “debió entrar” por orden de los agentes. Hecho que el testigo también negó en las declaraciones de ayer. Alarcón dio una nueva versión en la audiencia: que tanto su compañero como él “escucharon, mientras almorzaban, el estruendo”, que otros testigos señalaron en jornadas anteriores como un disparo, pero que ambos pensaron que “se trataba de un petardo”, por ser la época de carnavales.
el segundo en sentarse en el banquillo, fue El abogado Eduardo Augusto Puerta . Lo primero en señalar fue que a “ pedidos realizados por la familia Ayala" en esa época, preguntó sobre el destino de su “colega”, “Cacho Ayala”.
Indagado por el fiscal Oscar Resoagli, el testigo reveló que el jefe de policía de entonces, “Adrián Sosa”, le comentó que, luego de la desaparición de los cuatro detenidos “estaba labrando un acta por la muerte” de Vicente Ayala para “cubrirse”.
Acto seguido, la fiscalía preguntó “¿porqué?”, aludiendo al acta.. “Lógicamente lo iba a hacer, se trataba de un muerto”, respondió el testigo, luego contó que “se le comentó” que “la muerte fue con algo de escopetas” y nombró como “conocedor del hecho” a un oficial de la sección de inteligencia en ese tiempo, “Soto Hernández”.
El testigo cerró declarando que la “camioneta donde se había trasladado a los desaparecidos”: “esa siesta estaba en la jefatura de policía”, precisó; dato coincidente con lo dicho anteriormente por una testigo casual, Gaúna de Garay, durante la audiencia del jueves.
El testimonio más emotivo fue el de Ida Ruiz Suarez, ex pareja y compañera de militancia de Jorge Saravia Acuña, que contó que en noviembre del 1974, éste “fue detenido en Lomas de Zamora y preso en Devoto”.
En abril del 75 fue exiliado en Perú, pero “con el ascenso del golpe de Estado en ese país, tuvo que fugarse a México y después a España”, narró Suarez, volviendo a Buenos Aires, recién para navidad de ese año con la idea de en 1976, de instalar una gomería en Misiones y una imprenta en Corrientes, para fortalecer la estructura de Montoneros en la región, organización a la cual pertenecía. Iniciativas, sin embargo, frustradas por la detención.
La testigo dijo que “instalado” el gobierno de facto, un abogado, amigo de la familia Saravia, aconsejo “no presentar habeas corpus por la tensa situación política”, pero su hermano menor Ernesto (de 19 años) hizo caso omiso.“Lamentablemente el abogado tenía razón”: “tiempo después lo secuestraron” sin saberse nada de su destino, recordó Ruiz Suarez.
En julio del 1977, según narró la testigo, fue forzada a exiliarse en Brasil, a donde llegó “cruzando en bote hacia Foz de Iguazú”. Luego fue representante de la ONU, llegando a Holanda, donde se encontró con Luis Lázaro y Nora Raimundo, que habían partido desde Posadas. Al mostrarles una foto de Jorge, lo reconocieron: “lo conocimos como Ignacio”, dijo.
“Atando cabos con la comisión de Derechos Humanos de Corrientes”, contó la testigo al Tribunal, llegando “a la conclusión de que al momento de caer, Saravia estaba con Romero, Ayala y Barozzi”.
Con emoción, Ruiz Suarez recordó que “muchas veces reprochaba [a Saravia] que fuera a Corrientes, porque “su marcado acento porteño” lo delataría, “corría mucho riesgo”, sostuvo. “Pero el siempre sonreía y me decía: no te preocupes que ni vos ni yo no vamos a tener arrugas, no tendremos que sufrir los achaques de la vejes, ni que luchar por el 82 por ciento móvil’”.
Por último, emocionada la testigo se dirigió a los jueces: “Este ha sido un muy largo camino, quiero agradecerle esta oportunidad de contar esto. El dar testimonio es una obligación y también un derecho, es parte de la democracia”.
La siguió, José Alberto Garay, compañero de facultad de “Cacho” Ayala, que cerró los testimonios. El testigo señaló que “cuñada” vio cuando “a Ayala lo subieron a la camioneta de la policía”.
Por último garay dijo haber creído saludarlo en Brasil, en el “80 y pico”, dato impreciso que de todas formas dijo que no es capaz de asociar a la figura de Ayala, porque “el lugar estaba muy lleno”. “¿Conoció al hermano de Ayala?”, preguntó la fiscalía. “No”, respondió Garay admitiendo la posibilidad de “haberse confundido”.

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